“Es curioso, pero vivir consiste en
construir futuros recuerdos.”
Ernesto Sábato.
Es el momento. Un momento poblado de caramelos de
miel y sopas de letras. Un momento que nos acaricia y se hunde en nosotros para
nosotros hundirnos en él.
Un momento abrasivo,
que quema la conciencia y nos vuelve culpables. Nos martiriza, ahuyenta los
malos espíritus y nos deja agotados de tanto remordimiento.
Ese momento de ginebra, de lobo con piel de oveja y
de mar, sobre todo de mar. Momento en que las ventanas rotas hablan con pesar
pero sin culpa en mi piel.
Llega el momento en que la insurrección se hace
vistosa y revienta, como solo puede hacerlo un momento halcón. Nacimos para
mover las alas, erigir estatuas a quienes nos construyen una jaula para volver
siempre. Todo se resume a eso, a despertar en sudor y lágrimas, recordando que
la noche anterior pudimos ser algo, pero terminamos entre las sabanas enredando
las piernas pero no los labios, porque eso se llamaría amor.
Todo se resume a recordar y no poder dejar que la
vida nos ataque por la espalda llenando nuestra sangre de la dulce droga de la
ilusión.
Momento fue todo aquello que nos embriagó, llenó
nuestras lenguas de puras amarguras y cocinó un dolor que, ante todo, se llama
vida.
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