Mirar la luna es
una actividad extraña para todos aquellos que no comprenden que ese satélite es
una Diosa olvidada, como una imponente pirámide azteca perdida en los bosques que
suele ser encontrada por aventureros.
Hay una especie de logia,
una secta, una sociedad, como deseen llamarla; que alaba a esta Diosa, que la
aman y no desean dejar de verla. Suelen quedarse hasta el amanecer viendo el
cielo; si hasta parece que no parpadean. Estas personas suelen enfermarse
gravemente cuando hay luna nueva.
Los más aventurados
y valientes reúnen bastante dinero y viajan a la Antártida durante seis meses y
se quedan ahí, viendo la luna, comiendo a través de ella, bebiendo a través de
ella, viviendo a través de ella. Cuando ven que la temporada del sol comienza,
se retiran rápidamente y vuelven a su ciudad.
Sin embargo lo más
destacable de estas personas es que no se conocen entre sí, saben que los demás
existen porque al mirar a la luna los sienten, sienten que son parte de algo,
que esa Diosa los alberga a todos en sí y les promete algo mejor que el sol,
ese celoso que un día tomo el poder, ocupo el trono que le correspondía a la Dama
Ocaso.
La Logia solo
espera a saber que cuenta con
suficientes miembros para revelarse, devolverle el reinado a su Adorada y
volver al mundo un lugar únicamente iluminada por la Gran Reina; y a las
personas en ojos que solo sirvan para mirarla. Como las estrellas.